
Amou Haji fue conocido como “el hombre más sucio del mundo”, pero su historia va mucho más allá de ese apodo. Este hombre iraní pasó más de 60 años sin tomar un solo baño, fumaba heces animales y se alimentaba de carne podrida… y vivió hasta los 97 años.
Científicos lo estudiaron poco antes de su muerte y no encontraron rastros de hepatitis, VIH o infecciones graves. Su sistema inmunológico, aunque inusual, parecía estar adaptado a todo.
Un caso que desconcertó a la ciencia y nos obliga a replantearnos cómo definimos la salud y la “normalidad”.

Amou Haji, conocido como “el hombre más sucio del mundo”, falleció en 2022 a los 97 años de edad en Irán, tras haber pasado más de seis décadas sin bañarse. Su estilo de vida extremo y sus hábitos poco convencionales desconcertaron tanto a médicos como a periodistas, especialmente por su sorprendente estado de salud pese a vivir en condiciones insalubres.
Nacido en 1928, Haji vivía en soledad en la provincia de Fars, al sur de Irán. A lo largo de su vida, evitó cualquier forma de higiene personal, alimentándose de animales muertos, bebiendo agua estancada desde una lata oxidada y fumando desde cigarrillos tradicionales hasta heces de animales. Aunque en su comunidad se creía que su rechazo al agua se debía a una decepción amorosa, se confirmó más tarde que su fobia estaba relacionada con traumas infantiles.
En 2014, su historia ganó notoriedad gracias a una entrevista con el diario Tehran Times. Años después, la periodista británica Claudia Hammond, intrigada por su caso, lo visitó y quedó impactada por su vida y filosofía. En 2022, poco antes de su fallecimiento, un grupo de médicos liderado por el Dr. Gholamreza Molavi le realizó pruebas para detectar enfermedades infecciosas, con resultados sorprendentes: Haji no tenía hepatitis, VIH ni bacterias graves, salvo una infección por triquinosis derivada del consumo de carne podrida.
Expertos concluyeron que Amou Haji había desarrollado un sistema inmunológico inusualmente fuerte. Su caso no solo desafía los estándares de higiene convencionales, sino que también provoca una reflexión profunda sobre salud, marginalidad y percepción social.